domingo, 14 de agosto de 2011

Capítulo 3 - Interrogatorio

Había tenido suerte. De acuerdo, estaba dentro de una tienda de campaña militar vigilada por un par de centinelas armados con rifles láser, en medio de ninguna parte en un planeta devastado por la guerra.

Pero aun así, no podía dejar de pensar que había tenido suerte. Cuando había sido aspirado a ese nuevo universo hostil, podían haberle ocurrido cientos de cosas letales: caer hacia un lago envenenado o un volcán en erupción, aparecer en un planeta sin atmósfera, o aun peor, en un planeta habitable pero sin rastro de vida con la que poder comunicarse. Habría sido aterrador hallarse completamente solo y sin posibilidad de sobrevivir.
Dentro de lo malo que era estar en un planeta en guerra, por lo menos había caido entre otros seres humanos como él. Gente con penurias como era la Guardia Imperial, por lo que serían más empáticos con él que, por ejemplo, los superhumanos Marines Espaciales, y que le ayudaría más fácilmente (creyendo por supuesto que era un indefenso civil al que se debía proteger) que otras razas. Que esa es otra, sólo le habría faltado caer en un planeta en proceso de devastación demoniaca o tiránida.

Su mente divagó por un momento al acordarse de estos últimos. Se había iniciado en Warhammer 40000 con esta raza, ya que el concepto de unos alienígenas bestiales altamente mutables con armas orgánicas le parecía más atractivo y original que los manidísimos láseres, misiles, etc. Ahora que pensaba en que podría haberse encontrado con uno de esos seres para a continuación ser despedazado sin remedio con sus garras en forma de guadaña o morir de otras formas igual o más terribles, ya no le parecían tan interesantes.

Pero tenía que centrarse. Mente fría. Tenía un pánico normal en una situación tan aparentemente imposible como aquella, pero a la vez su miedo le forzaba a ser práctico y pensar en cómo sobrevivir y, en última instancia, volver a su mundo. Se esforzaba por recordar cualquier detalle del trasfondo y el juego, por nimio que fuera, para poder usarlo a su favor. Pero se le acabó el tiempo. Pudo oir el ruido de varias botas acercándose, y esperaba que no se tratara de ningún oficial. Una mano enguantada apartó la lona de la entrada, y entró una figura con un uniforme repleto de medallas.

<Fainstead>Hola. Soy el comisario Eric Fainstead.

Mierda. Se cuadró inmediatamente, pues si mal no recordaba, los comisarios eran o la mayor o de las mayores figuras de mando de la Guardia.

<Fainstead>Dejadnos a solas.

Sin una palabra, los centinelas se marcharon a cumplir las tareas que tuviesen asignadas antes de su llegada. El comisario se dio la vuelta y se puso a examinar al prisionero, cosa que el susodicho aprovechó para hacer lo propio ante el aparente jefe del campamento.

Estaría cerca de la cincuentena, aunque no parecía ni mucho menos lento o achacoso. Al contrario, sus años de servicio en la Guardia Imperial le habían dado un físico y una presencia apabullantes. El uniforme, hecho a medida y de un color verde oscuro, delataba una potente musculatura, y su cara era una expresión impenetrable sin atisbo de emoción alguna: dureza, desconfianza, ira...nada. Se asustó, pues era un civil aparecido por las buenas en un campamento militar, y dudaba que eso fuera algo normal. Ni siquiera le devolvía la mirada. De repente, las botas de cuero negro del comisario dejaron de emitir sonido de pisadas cuando su propietario se detuvo en seco, e hizo algo sorprendente: soltar una sonora carcajada.

<Fainstead>¡Ja, ja, ja! Vamos chico, relájate.
<LloydZelos>¿Perdón?
<Fainstead>No es necesario que te cuadres. Se de sobra que no eres un soldado.
<LloydZelos>¿Cómo...?
<Fainstead>Oh, por favor. Procuro recordar los nombres y rostros de los míos, y si no recuerdo a alguien los soldados lo hacen por mi. Además, todos tenemos nuestras chapas identificativas y marcas genéticas registradas en una base de datos. Y ni tienes lo primero, ni la segunda coincide con las registradas.

Ah, así que a eso se debía la extracción de sangre que le habían hecho con una extraña jeringuilla electrónica. De todas formas no había pretendido en ningún momento hacerse pasar por soldado, así que tenía que corregir este malentendido rápido. Relajó el cuerpo y procedió a contestar.

<LloydZelos>Es cierto, no lo soy. Disculpe este saludo militar, pero como es usted un comisario, me pareció adecuado que...
<Fainstead>¿Era eso? Tranquilo. No eres un soldado, y por lo tanto no estás obligado a tratarme con el respeto destinado a un superior militar.
<LloydZelos>Ah, pues gracias. Y perdone otra vez.
<Fainstead>Vamos, deja ya tanto formalismo. Siéntate.

Ambos cogieron unas sillas cercanas y se sentaron el uno frente al otro, separándoles una sencilla mesa de madera. El comisario metió un momento la mano bajo la chaqueta y LloydZelos pensó que iba a pegarle un tiro, pero se relajó visiblemente cuando sacó una petaca metálica y vertió un poco de su contenido en un vaso metálico ligeramente abollado.

<Fainstead>¿Café?
<LloydZelos>No, gracias. No me gusta.
<Fainstead>¿En serio? Bueno, entre tú y yo, esta bazofia que me voy a beber no merecería llamarse café ni aunque me apuntaran un bólter a la cabeza para obligarme. Aunque claro, cuando llevas una intensa vida militar tienes pocas oportunidades, por no hablar de tiempo, para conseguir ciertas cosas.
<LloydZelos>Me lo puedo imaginar.
<Fainstead>Pero dejemos esas trivialidades. Porque hablando de imaginar...Imaginarás por qué estoy aquí, ¿verdad?
<LlodZelos>La verdad es que si. Para averiguar por todos los medios posibles por qué un civil ha irrumpido de repente en un campamento de la guardia en medio de ninguna parte en un planeta en guerra, ¿no?
<Fainstead>Bueno, no creo que eso de "por todos los medios posibles" sea necesario. Estás desarmado y no tienes pinta de haber recibido ningún tipo de entrenamiento militar, y nuestros psíquicos no han captado la más mínima parte de corrupción caótica ni de poderes como los suyos emanando de ti, por lo que no eres ninguna amenaza. Pero si que me gustaría saber qué demonios haces aquí sinceramente. ¿Tienes idea de dónde estamos?

Ahí estaba, la pregunta trampa. Lógicamente, si los guardias se hubiesen imaginado que era nativo de aquel planeta, qué menos que conocer su clase. Se puso a pensar rápidamente: el Imperio clasificaba los planetas según su actividad, o eso creía por los tipos. Estaban los mundos muertos, cáscaras de piedra sin vida. Estaba claro que este no era de esos, pues había visto alguna planta y árbol (aunque con mal aspecto) de camino al campamento, aparte de alguna fábrica. ¿Un mundo demoniaco? No, parecía bastante normal y no había visto ni oido nada extraño. Otra posibilidad eran los mundos colmena, donde habitaban muchos miles de millones de seres humanos trabajando en tareas administrativas, o cualquier cosa que no estuviera relacionado con lo militar, reclutamiento incluido. Un momento, ¿militar? ¿Podían ser esas fábricas...?

<LloydZelos>Estamos en un mundo forja.
<Fainstead>Efectivamente. ¿Pero cuál?

Había llegado a un punto muerto. No podía inventarse el nombre del planeta, ya que no lo acertaría ni en un millón de años y la guardia desplegada allí lo sabría y podría desmentírselo, acarreándole muchos problemas. Pensaría en alguna salida mientras se desarrollaba la conversación, pero de momento tenía que decir la verdad.

<LloydZelos>No lo sé.
<Fainstead>Así me gusta, que seas honesto. Y antes de que preguntes cómo lo he sabido, sería un poco atípico que un ciudadano imperial nativo de su propio planeta se asuste por la llegada de la guardia que viene a salvar a la población de los orkos, ¿no?

Ignoraba si esa última información se le había escapado o se limitaba a informarle de lo que pasaba, pero lo cierto es que le había ayudado hasta límites insospechados. Comenzó a elaborar con los datos que recordaba del trasfondo una historia en su mente ante la inminente pregunta:

<Fainstead>Así que...¿de dónde vienes?
<LloydZelos>Es un poco largo de contar, me temo.
<Mortimer>Excelente, me encantan las historias largas. Los viajes interestelares dejan mucho tiempo libre.

Ambos se quedaron mirando al intruso que acababa de entrar en la tienda. El comisario esbozó un nada disimulado rictus de disgusto, pero LloydZelos sintió auténtico horror. Su atuendo y la insignia con forma de I montada sobre un cráneo que llevaba al pecho no dejaba lugar a dudas: se trataba de un inquisidor, especialistas en combatir diversas amenazas para el Imperio mediante su poder movilizando legiones de hombres. Ignoraba si pertenecía al Ordo Malleus (cazadores de demonios), Hereticus (combatientes de herejes y brujas) o Xenos (estudiosos y exterminadores de alienígenas), pero eso poco importaba ahora. Si algo caracterizaba a estos individuos era la general desconfianza que poseían y lo poco que valoraban la vida humana sin consideraban que estaba corrupta por algún tipo de mal. Más le valía convencerle, y rápido. No quería arriesgarse a que fuera un sádico torturador, como solía ser habitual entre ellos.

<Fainstead>¿Se puede saber qué hace aquí, Mortimer?
<Mortimer>Pasaré por alto su falta de respeto, comisario. Simplemente me he pasado por aquí para conocer a nuestro nuevo amigo. ¿Cómo te llamas, chico?

No sabía por qué, pero sentía la imperiosa necesidad de ocultar su verdadera identidad. Aun así no pudo hacerlo: los ojos del inquisidor se clavaban en su alma como un taladro empapado en veneno, un veneno experto en corroer cualquier resistencia de todos aquellos a los que había extraido toda la información que necesitaba a lo largo de su carrera. De modo que, simplemente, sus labios se movieron solos.

<LloydZelos>Carlos. Me llamo Carlos, señor.
<Fainstead>Le agradecería que me dejase hacer MI interrogatorio, si no le importa.
<Mortimer>Oh, no se preocupe, comisario. Me limitaré a escuchar con usted y a hacer alguna pregunta suelta, sólo si es necesario, por supuesto. Así que...¿podrías retomar tu historia, Carlos?
<LloydZelos>Claro, eh...
<Mortimer>Mortimer. Gran Inquisidor Mortimer, para ti.

Genial, un ególatra. Mientras añadía esta información a lo poco que sabía, se quedó mudo al ver salir de detrás de Mortimer un cráneo humano flotante, con una lente color rubí incrustada en una de las cuentas oculares y un par de finos brazos mecánicos sosteniendo un pergamino y una pluma.

<Mortimer>Oh, no le prestes atención a mi servocráneo. Se limitará a anotar todo lo que hablemos en esta reunión. Procede.
<LloydZelos>Bueno, lo primero que deben saber es que efectivamente no soy de este planeta. Yo nací en Tarsis Ultra, en una familia de granjeros.

Ojalá se lo tragaran. Tarsis Ultra era efectivamente un mundo agrícola dedicado a producir alimentos para el Imperio, y fue casi destruido cuando la Flota Enjambre Leviatán lo invadió, aunque finalmente logró ser detenida. Al menos, en ese planeta.

<LloydZelos>Cuando los tiránidos invadieron mi mundo, mi familia se encontraba entre los que fueron evacuados hacia mundos vecinos.
<Mortimer>¿¿Por qué no os quedásteis a defender uno de los mundos del Dios Emperador??

Ególatra y fanático. Estupendo, las cosas mejoraban por momentos.

<LloydZelos>Mi familia no podía combatir. Mi padre acababa de sufrir un accidente en la granja por el cual no podía usar las manos, y mi madre estaba enferma. En cuanto a mi, era muy pequeño. No podía ni aguantar un rifle.
<Fainstead>Comprendo. Debió de ser muy duro abandonar vuestro mundo a manos de esas bestias.
<LloydZelos>Ni se lo imagina. A mi no me importaba demasiado, ya que como buen niño me pasaba la mayor parte del tiempo jugando, pero para mis padres fue desolador, ya que habían pasado toda su vida allí. Espero que esas odiosas criaturas fueran expulsadas.
<Mortimer>Lo fueron, a costa de millones de vidas. Sin embargo, lamento decirte que Tarsis Ultra es ahora un mundo muerto, por culpa de la flora tiránida superviviente y varias bombas de un Exterminatus de origen desconocido, que bombardearon varias ciudades y aceleraron el crecimiento de esas repugnantes plantas hasta que anegaron la superficie del planeta.

Se quedó helado. Por mucho que no tuviera nada que ver con todo eso, era simplemente espantoso que un mundo entero hubiese sido destruido por los tiránidos y una serie de explosiones a escala planetaria. Por fortuna, su estupor actuó en su favor.

<Mortimer>Veo que estás afectado.
<LloydZelos>Como para no estarlo...Dios mío...¿Hubo algún superviviente?
<Mortimer>No. Absolutamente todos los habitantes del planeta murieron. Pero sus asesinos serán destruidos para que sus almas puedan descansar en paz. Ahora prosigue tu historia.
<LloydZelos>Bien, eh...No recuerdo el nombre del planeta al que fuimos destinados, pero vivimos felices por un tiempo. Hasta hace unos pocos meses, cuando una invasión orka reclamó el mundo para si.
<Fainstead>¿Y qué ocurrió? ¿Recibisteis ayuda imperial?
<LloydZelos>La pedimos, pero no llegó a tiempo. El ejército planetario tuvo que hacer frente a esos animales por su cuenta.
<Fainstead>¿Las Fuerzas de Defensa Planetaria?
<LloydZelos>Sí, eso. El caso es que toda mi familia fue reclutada, pero por desgracia caimos en distintos regimientos. Cuando llevábamos unas semanas de asedio, el mio sufrió un asalto de varios orkos montados sobre unas motocicletas destartaladas, y su velocidad y fuerza demostró ser demasiado para nosotros. Recibí un golpe en la cabeza, y cuando desperté me hallaba en una celda a bordo de una de las naves enemigas, junto con otros soldados.
<Mortimer>Un momento, ¿me estás diciendo que los orkos tomaron prisioneros? Jamas se había visto algo así.

Tragó saliva. Era cierto, la naturaleza salvaje de la raza le llevaba a simplemente masacrar toda forma de vida inteligente que encontraban. Se estaba metiendo en terreno pantanoso, pero no había más remedio para construir una historia que explicase su presencia en ese planeta.

<LloydZelos>Eso creía, de hecho le pregunté a uno de los guardias pieles verdes sobre el tema. Me dijo, con una socarroneria y un ceceo increíbles, que a veces tomaban prisioneros como esclavos para realizar algunas de las tareas más duras, y que cuando no servían más, eran una buena diana de tiro.
<Fainstead>Qué horror...El Emperador maldiga a esas bestias por siempre.
<Mortimer>¿Es cierto lo que cuentas? Porque no tienes ninguna señal o cicatriz visibles, y no creo que los orkos traten a sus hipotéticos esclavos con delicadeza.
<LloydZelos>(A este no se le escapa una...) Puede decirse que tuve bastante suerte. Yo era de los últimos que quedaba en las celdas, famélico pues no daban mucho de comer...
<Fainstead>Espera, ¿de los últimos?
<LloydZelos>No se en qué orden escogían a los prisioneros, pero el caso es que no duraban mucho tiempo. Cuando quedábamos pocos en la celda, la nave llegó a este planeta. No se por qué estábamos aquí ni me importaba, sólo quería escapar como fuera. Y llegó mi oportunidad: cuando acababan de montar el campamento, el guardián de los prisioneros empezó a pelearse con otro orko porque le había robado la comida, y aproveché el corrillo que se formó alrededor de ellos para salir corriendo, ya que sólo me habían esposado. No me vieron, y tampoco creo que les hubiese importado mucho.
<Mortimer>¿Qué ocurrió después? Me llama la atención que huyeses como un cobarde, en vez de enfrentarte a esos xenos.
<LloydZelos>Estaba cansado y muerto de hambre, habría sido un suicidio inútil hacer algo así. En su lugar, busqué el emplazamiento humano más cercano, y en cuanto les comuniqué lo que se acercaba me desmayé. Desde entonces me estuvieron cuidando hasta que repuse las fuerzas.
<Mortimer>¿Y por qué no cogiste un arma justo después y ayudaste a defender las evacuaciones?
<LloydZelos>Espere, espere...¿Cómo que evacuaciones?
<Fainstead>Toda la población de este mundo fue evacuada al inicio de la invasión orka. ¿Acaso no lo sabías?

Ahora no le hizo falta fingir. Ojos a punto de salirse de las órbitas, temblores de miedo, sudor frío y cabeza entre las manos. Era, aparte de la guardia, el único ser humano que quedaba en un planeta invadido por una raza bestial que sólo vivía para la guerra. Había tenido una suerte inmensa en no encontrarse con ninguno de sus miembros de camino al campamento. Nunca había tenido a la muerte tan cerca, y estaba invadido por un miedo atroz. Y aun así, tenía que mantener la calma y pensar en cómo terminar su historia.

<LloydZelos>Dios mío...¿Por qué...?
<Mortimer>¿Qué ocurrió?
<LloydZelos>Todo el tiempo que estuve recuperándome estuve encamado, pues estaba demasiado débil...Cuando al fin pude caminar, salí en medio de la noche a explorar un poco.
<Fainstead>¿Estás loco? ¡Podías haber muerto!
<LloydZelos>Es cierto, pero hay que tratar de entender por lo que había pasado. Tras tantas penurias quise disfrutar de un poco de libertad, antes de que los orkos llegasen. Como he dicho, salí sin que nadie me viese, y me alejé un par de kilómetros. Cuando estaba volviendo, cai en una zanja que no se veía por la oscuridad y me hice daño en un tobillo. Estuve toda la noche intentando salir, y cuando lo conseguí ya era casi mediodía. Volví al asentamiento humano y lo encontré vacío, y aunque puedan llamarme egoísta, pensé que a lo mejor se habían ido a trabajar o practicar para la batalla, conque busqué algo de comer y me dormí. A la noche, y dado que no venía nadie, me empecé a asustar y deambulé por el lugar. Supongo que mientras estaba perdido fueron todos evacuados, pero yo no lo sabía.
<Fainstead>Eso sucedió hace aproximadamente un mes. ¿Qué has estado haciendo hasta entonces?
<LloydZelos>No me parecía seguro quedarme en un poblado yo solo, así que hice acopio de todo lo útil que pude encontrar y me marché. He estado todo este tiempo explorando en espiral desde mi punto de partida, para alejarme mientras veía lo máximo posible. Me alimentaba y avanzaba cuando podía, escondiéndome en cuevas cuando lo creía necesario. No hay mucho más que decir. Lo raro es que no me haya encontrado restos de combates hasta hoy, supongo que he tenido suerte.

Los dos oficiales se le quedaron mirando, y lamentó no poder ver lo que estaban pensando. Esperaba que se lo hubieran creido, porque si no era hombre muerto. Finalmente, Fainstead se levantó con lentitud.

<Fainstead>Gracias por tu relato. Si lo que dices es verdad, has pasado por muchas penurias. Ordenaré que te traigan algo de comer, después descansa un poco.
<LloydZelos>Gracias, comisario.

Se quedó ahí sentado mientras salían de la tienda. Mortimer había estado en completo silencio desde hacía rato, pero fue el primero en hablar cuando estuvieron lo suficientemente lejos.

<Mortimer>¿Y bien? ¿Qué opina?
<Fainstead>Es una historia singular, desde luego.
<Mortimer>¿Cree que miente?
<Fainstead>No lo se. He escuchado testimonios mucho más extraños a lo largo de mi carrera. Por ahora, creo que deberíamos dejarle tranquilo. Ya pensaremos en preguntarle en detalle más adelante.
<Mortimer>A mi no me inspira mucha confianza. Es un relato que, si bien es globalmente correcto, suena demasiado extraño. Si ha estado sobreviviendo cerca de un mes él solo, o ha tenio mucha suerte o ha mentido.
<Fainstead>Por favor, Mortimer. Se le veia claramente desorientado y confuso, es normal que dudase y su historia tuviese lagunas. Y además, ¿en serio cree que es peligroso? Es un simple civil desarmado, solo, ni siquiera es un psíquico. Y no hay rastro de mutación peligrosa o corrupción en él.
<Mortimer>Usted confíese todo lo que quiera. Yo no pienso perderle de vista, y si descubro que ha mentido me encargaré de sacarle la verdad.
<Fainstead>Le recuerdo que es mi prisionero.
<Mortimer>Le recuerdo mi cargo.

Mientras se alejaba cada uno por su lado, detrás de una colina cercana al campamento dos figuras encapuchadas les vigilaban tanto a ellos como al campamento en general, pero sobre todo a la tienda de campaña vuelta a vigilar con cierto intruso inusual dentro.

-Tenemos que sacarle de ahí, ya.
-Sí. Desde luego, "biba" el Imperio.

CONTINUARÁ

2 comentarios:

  1. me encanta "MI presentación" xD y bonito cambio en la historia, aunque es mas realista

    ResponderEliminar
  2. Y tanto, me pasé unos cuantos millones de pueblos en la anterior versión de la historia, cosa que voy a enmendar.

    ResponderEliminar